NO ES UN ADIÓS, SINO UN ¡HASTA SIEMPRE! – Antonio Castro Díaz

Con el final de curso, este año concluye algo más en mi vida. Me ha llegado el momento de la jubilación, que he ido viviendo durante los últimos meses con una sensación de agridulce desconcierto: por un lado percibo la melancólica añoranza de lo que se deja atrás después de tantos años de trabajo y dedicación, en los que no han faltado muchos buenos ratos vividos con los compañeros y con los alumnos; pero, por otro lado, este final de etapa abre la puerta a una nueva fase de mi vida, que presiento esperanzadora. 

Ahora, cuando ya los años empiezan a pesar, es el momento de dejar el ajetreo diario de las clases, de arrumbar la obligación de cumplir el horario cotidiano, de olvidarse del tiránico despertador con sus inflexibles llamadas matutinas, de abandonar el obligado zascandileo de un lado a otro, de arrinconar en el baúl de los recuerdos el atosigante e ineficaz papeleo a que nos obliga cada vez más nuestra querida Administración… En fin, vivir con más tranquilidad y menos prisas, dedicado más relajadamente a otras ocupaciones, que también me interesan y gratifican personalmente: investigar, publicar, viajar, participar en eventos culturales… y tantas otras cosas más.

Tras doce años como funcionario administrativo, he entregado tres décadas de mi vida a la enseñanza, dos de las cuales han transcurrido en el IES «Triana». Cuarenta y dos primaveras «amarrado al duro banco» del trabajo diario ―sin contar los cinco años de propina antes de cumplir la mayoría de edad―, dan para comprender que ya uno ―poco o mucho, bueno o malo― ha dado de sí todo lo que ha podido. Me marcho, por tanto, con la tranquilidad de haber hecho honradamente cuanto ha estado en mi mano. Sólo me queda pedir perdón a cuantos, sin quererlo, he podido molestar en algún momento y agradecer a todos —compañeros y alumnos— lo inconmensurablemente bueno que me habéis aportado y que guardo de manera imborrable en mi recuerdo. 

Este momento no es para mí un final, sino un tránsito, el comienzo de una nueva etapa, que espero vivir con salud, ilusión y el feliz estoicismo que le hacía declarar a nuestro poeta clásico:  

Despiértenme las aves

con su cantar suave no aprendido,

no los cuidados graves

de que es siempre seguido

quien al ajeno arbitrio está atenido.

Vivir quiero conmigo,

gozar quiero del bien que debo al cielo,

a solas, sin testigo,

libre de amor, de celo,

de odio, de esperanzas, de recelo.  

Junto con mis más fervientes deseos de bienestar y felicidad para todos, recibid un fuerte abrazo de vuestro amigo, siempre.  

Antonio Castro Díaz