¡PÚDRANSE ENTRE POTINGUES Y TÓPICOS! – Aurora Martín Domínguez

Vivimos en un mundo lleno de tópicos absurdos, de ideas disparatadas y de algún que otro prototipo físicamente inalcanzable. ¿Por qué? Muy sencillo: no tenemos valor, al menos no el suficiente, para negarnos a esos cánones de belleza. Es muy sencillo, sólo hay que mirarse al espejo y pensar «soy una persona normal, equilibrada, inteligente y he de tener confianza en mí mismo». ¿No es fácil? Seguro que no, pero «quien algo quiere algo le cuesta» y, para poder amarnos entre nosotros, primero tenemos que amarnos a nosotros mismos.

Son las empresas de cosmética, marketing y demás parafernalias publicitarias las que quieren forrarse a través de nuestras inseguridades, las que quieren introducir en nuestras mentes esos cánones tan estúpidos. Por culpa de ellos, las mujeres se vuelven cada vez más locas por teñirse el pelo u operarse el cuerpo y la cara para tener una «imagen diez».

Sinceramente, me parece una hipocresía engañarnos a nosotros mismos. ¿Para qué se opera una señora de 45 años que tenga alguna que otra arruga? ¿Para estirar su cara como un chicle? ¿Y para qué ponernos la nariz de Paris Hilton, el trasero de Angelina Jolie o los labios y los pómulos de Brad Pitt? ¿De qué sirve convertirnos en desconocidos para el espejo del cuarto de baño? ¿Se supone que vamos a sentirnos mejor? Yo creo que no. Y lo creo así por la sencilla razón de que todo el mundo dice «tienes que ser tú mismo; yo, yo soy yo mismo, siempre». Ya, pues…, con la nariz de Jennifer Aniston y los labios de Scarlett Johanson, mucho me temo que dejarás de ser tú mismo; como mucho, serás un collage de famosos…

En fin, como decía antes, nos venden una imagen, nos insertan en el cerebro a quién tenemos que mirar y cómo tenemos que oler y maquillarnos para que nos miren. Nos obligan a comprar las cosas poniéndonos a nuestros artistas favoritos usándolas y diciendo frases como «la colonia que llevo siempre» o «el pintalabios que nunca me falla» o «la crema de las actrices», etc…

¿Por qué no nos dejan ser nosotros mismos? ¿Qué más me da a mí con qué se pega la dentadura Concha Velasco o qué maquinilla de afeitar usa David Beckam? ¿Acaso creen que por ello me voy a gastar una fortuna para un producto que puedo encontrar a un precio más económico por no llevar una marca conocida?

¿Y la moda de los hombres que se cuidan? Que yo no digo que esté mal, que ellos también tienen derecho y, en cierto modo, DEBEN cuidarse, pero, ¿y a quien le guste ir con las piernas sin depilar? ¿Y a quien le gusten los «peluditos»? ¿Esa persona no tiene derecho a encontrar a personas de su agrado?

¿Por qué no nos dejan querernos, aunque seamos bajitos y entraditos en carnes? ¿Por qué no dejan quererse a una mujer que sea más alta que su pareja? ¿Qué tiene eso de antiestético? ¿Por qué no puede ser guapa una mujer que tenga por donde coger, o con cartucheras, o con piel de naranja, o con patas de gallo? La madurez también puede ser bella.

Por eso, y desde aquí, quiero que todos empecéis a daros cuenta de la realidad que os rodea. No intentéis cambiar a las personas a las que queréis, ni intentéis cambiar vosotros sólo por gustar a los demás. Los famosos son los deseos de las personas, no las personas con las que les gustaría compartir su vida. Todos queremos a alguien inteligente, que tenga sentido del humor, con quien lo pasemos bien, que sea agradable, que nos haga sentir especial, que nos enseñe y que aprenda de nosotros; y no a un o una modelo, por muy guapo o guapa, o bueno o buena, que esté, porque está extendidísimo el tópico de la modelo rubia que está como un queso y tiene menos cerebro que una mosca. ¿O no?

Pues haced el favor de daros cuenta. ¡Eh, vosotros! ¡eh, vosotras!: EN LA VARIEDAD ESTÁ EL GUSTO